Del amor al odio: pasiones desenfrenadas contra estoicismo - Una reseña de Medea de Séneca
- Andy Cañedo, 2019.
Del
amor al odio: pasiones desenfrenadas contra estoicismo
Una
reseña de Medea de Séneca
Es
bien sabido que Lucio Anneo Séneca (4 a.C – 65 d. C) fue un filósofo, político,
orador y escritor romano. Como político, fue uno de los senadores más
respetados dentro de los reinados de Claudio y Nerón. Como escritor, es uno de
los pocos escritores de tragedias romanas, cuyos varios trabajos aún se
conservan; escribió diversas obras de carácter moralista, diálogos filosóficos,
tragedias, siendo también uno de los máximos exponentes del estoicismo (Polo
García, 2014).
Durante
este texto, me dedicaré a reseñar una de sus obras más conocidas, Medea, nombrada
así por el personaje del mismo nombre perteneciente la mitología
grecorromana, Hija de Eeetes y de Hécate. Retratada asimismo por Eurípides antes que
Séneca, la Medea de este último tiene características únicas que hacen
de esta obra el ícono que hoy representa.
Estructura
de la obra
Se
conoce que, antes del inicio de esta tragedia, Medea traicionó a su padre,
despedazó a su hermano y abandonó su pueblo para irse con Jasón, su entonces
marido con el que huyó a Corinto. En Corinto, Jasón le es infiel y la deja para
casarse con Creúsa; la hija del Rey de Corinto, Creonte (Polo García, 2014).
Y
así la obra – compuesta por cinco actos – comienza con un monólogo por parte de
Medea, en el que narra su temible deseo de venganza, e invoca a las diosas del
cielo y del infierno (entre ellas Hécate, su madre) para que Jasón y su nueva
esposa, sufran lo merecido.
Medea.
— Dad muerte a la nueva esposa y muerte al suegro y al linaje regio y
concededme a mí para el esposo el peor mal que os pido. Que viva, sí, pero
errante y desvalido por desconocidas ciudades, desterrado, despavorido,
aborrecido, sin hogar cierto (Séneca, 1979: p.290).
Desde
un principio, Medea está decidida en vengarse de quienes le hicieron daño.
Descarrilada por el odio que se apoderó de ella por la traición de su amado,
pide a las diosas, den muerte a la nueva esposa, y perdición a Jasón. Sin
embargo, después de escuchar los cantos del coro celebrando la boda de Jasón y
Creúsa, Medea es invadida por un nuevo mar de emociones, que la hacen querer
volver con Jasón, antes que vengarse. De nuevo, la pasión domina sobre la
razón. La nodriza intenta ser la voz de la razón para Medea, diciéndole que la
venganza nunca es el camino, y jugando el papel del consejero estoico, pero
estos consejos son ignorados por la protagonista.
Nodriza.
—Refrena las palabras, déjate ya de amenazas, insensata. Aplaca tus impulsos:
hay que adaptarse a las circunstancias. […] Detén ese impulso
propio de una Furia, hija mía. Apenas pueden defenderte el silencio y la calma (Séneca,
1979: pp.297-298).
Creonte,
el rey de Corinto y también nuevo suegro de Jasón, quiere desterrar a Medea,
pues desconfiado de su naturaleza malvada y hechicera, teme que ésta planee una
venganza terrible sobre su hija Creúsa y su recién esposo Jasón. Medea le asegura que éste no es el caso,
pidiéndole tan solo un día para despedirse de sus hijos, quienes ahora tenían
una nueva madre. Éste, piadoso, pero aun temeroso, le concede tan solo un día
más en su reino, para que tenga tiempo de despedirse, y luego alejarse para
siempre. Acto seguido, Medea decide acudir con Jasón para rogarle que vuelva
con ella:
Medea.
— Sin hacer daño a nadie, huye conmigo.
Jasón. — Y ¿quién va a resistir, si se nos echa encima
una guerra doble, si Creonte y Acasto unen sus armas?
Medea.
— Añádeles a ellos la gente de Cólquide;
añádeles también a Eetes, su jefe; une a los escitas con los pelasgos: los
hundiré a todos.
Jasón.
— Me aterran los altivos cetros (Séneca,
1979: p.316).
La
respuesta de Jasón es una negativa. A raíz de esto, Medea está lista para
llevar a cabo su venganza, así que finge reconciliarse para no alertar a su exesposo.
Y así, Medea comienza el conjuro. Se describe como ella invoca a los infiernos
y a Hécate, y aparece Hécate en forma de lúgubre luna. Así es como Hécate
gracias a las ofrendas y el ritual, le ofrece su protección a Medea y le
promete el cumplimiento de sus deseos. Medea hace llamar a sus hijos para
entregarles el regalo (unas joyas envenenadas), que serán el motivo de la
muerte de Creúsa y Creonte.
Medea.
— Hijos, descendencia de una madre siniestra, granjeaos con este regalo y con
súplicas insistentes a vuestra señora y madrastra. Andad y volved rápidamente a
casa para que pueda sentir el gozo de un último abrazo (Séneca,
1979: p.332).
El
quinto, y último acto, comienza con la noticia de la muerte del rey y su hija,
de esta manera:
Mensajero.
— Todo se ha perdido. Se ha venido 880 abajo la estructura del reino. Hija y
padre yacen, mezcladas sus cenizas.
Coro. — ¿En qué trampa han caído?
Mensajero.
— En la que suelen caer los reyes: los regalos. […]
Coro.
— ¿Cómo ha sido la catástrofe?
Mensajero.
— Un fuego voraz se extiende con furia por todos los lugares del palacio, como
si obedeciera una orden: el edificio entero se ha derrumbado ya. Se teme por la
ciudad (Séneca, 1979: p.334).
Es
irónico, y el autor lo expresa muy bien de manera implícita en la cita
anterior, como el rey acepta el regalo de cualquiera, incluso de alguien en el
que no confía, y eso es el motivo de su muerte.
Insatisfecha,
a pesar del éxito de venganza obtenido, decide que no es suficiente, y que la
mejor manera de terminar este castigo es matando a sus propios hijos, pues éste
será el mayor sufrimiento que pueda causar. Confundida por el odio y la rabia
que compiten contra la poca cordura y cariño que le queda, mata a uno de sus
hijos. Y al matarlo, se siente frustrada, avergonzada, insatisfecha. Tengo
la sensación de no haber hecho nada hasta este momento: cualquier crimen que yo
haya hecho sin que ése lo vea de nada ha servido (Séneca, 1979: p.339). Y
tras esta reflexión, mata al siguiente hijo con sus propias manos, frente a los
ojos de Jasón. ¿Reconoces a tu esposa? (Séneca, 1979: p.340). Le dice a
Jasón, cuando un carro alado desciende del cielo, y subiéndose para huir,
arroja los cadáveres de ambos hijos el padre de éstos. Y así termina ésta
desgarradora obra llena de pasiones y venganzas.
Opiniones
El
giro que le da este autor a la Medea de Séneca radica en que Séneca
logra que, en esta versión de la tragedia, la víctima no sea ya Medea sino
Jasón.
Esta
nueva visión del personaje nos hace reflexionar sobre las pasiones
desenfrenadas y como éstas nos pueden llevar del amor al odio. Donde las
filosofías estoicas del autor se ven reflejadas a través de personajes como la
nodriza que, a lo largo de la obra, se dedica a decirle a Medea que debe
dominar sus pasiones y superar las desgracias, y ante todo, mantener calma. Reponte,
señora, que la desgracia te ha perturbado, serena tus impulsos (Séneca, 1979:
p.311). Es uno de los muchos diálogos que, junto con el siguiente, podemos
tomar como ejemplos:
El
que en silencio, con actitud paciente y serena, soporta hasta el final las
graves heridas, puede devolverlas: la ira que se encubre es la que daña. Una
vez confesados, los odios pierden la capacidad de venganza (Séneca,
1979: p.298).
Desde
la perspectiva estoica, las pasiones son enfermedades del ama, que nos llevan a
errar y perturban la vida cuando, por el contrario, deberíamos aspirar al
dominio del alma (Gagin, 2006). Y este, es un mensaje muy claro dentro de Medea,
donde el coro y demás personajes se dedican a enfatizar esta característica de
locura desenfrenada en la protagonista. Algunos ejemplos son los siguientes:
Coro.
— Frenar no sabe Medea sus iras tampoco
sus amores; ira y amor ahora sus causas han unido: ¿cuál será el resultado? (Séneca, 1979: p.333).
Coro.
— No es tanta la violencia de la llama
ni la del huracán, ni tan temible la de un dardo lanzado, como la de una
esposa, cuando, por haber sido abandonada arde de odio (Séneca,
1979: p.319).
Nodriza.
— Semejante a una ménade en trance que, frenética al ser poseída por la
divinidad, lanza sus pasos a la ventura por la cima del nevado Pindó o por las
cumbres de Nisa, así corre una y otra vez de acá para allá con desenfrenada
agitación, con muestras en su rostro de un furor demencial (Séneca,
1979: p.309).
La
misma Medea expresa en diversas ocasiones que la culpa es de estas pasiones,
que se apoderan de ella y cobran vida a través de la venganza. Este debate
interno, se observa muy claramente en el siguiente fragmento, cuando Medea ha
decidido que serán sus hijos los que tendrán que pagar el precio de la
venganza:
Medea.
—
El
horror ha empezado a sacudir mi corazón, mis miembros están rígidos de
escalofrío, y mi pecho se ha puesto a temblar. Se ha apartado la ira y vuelve
la madre en su plenitud, echando fuera a la esposa. ¿Derramar yo la sangre de
mis propios hijos y de mi propia prole? Piénsalo mejor, ¡ay!, insensata locura,
ese crimen inaudito y esa espantosa impiedad, ¡lejos de mí también! ¿Qué delito
van a expiar los desgraciados? El delito es tener a Jasón por padre y, delito
aún mayor, a Medea por madre […] ¿Por qué riegan
mi rostro las lágrimas y, envuelta en contradicciones, ora me lleva en un
sentido la ira, ora en otro el amor? Una doble marea me arrastra en mi
indecisión […] La ira ahuyenta al cariño y el cariño a la ira. Cede al
cariño, resentimiento (Séneca, 1979: p.336).
Todos
estos ejemplos me llevan a pensar que la intención del autor a través de ésta
sangrienta tragedia es hacernos reflexionar e invitarnos a adoptar una postura
estoica que nos alejará de las pasiones y de crímenes como el de Medea. Creo
que esta tragedia es aplicable a cualquier circunstancia temporal, por lo que
en la actualidad como en el pasado, nos deja una lección valiosa que aprender. Séneca
sin duda hace homenaje a su filosofía y nos deja claro que, así como del odio
al amor solo hay un paso, también lo hay del amor al odio. De manera que, ya
que las pasiones desenfrenadas solo nos pueden llevar al caos, éstas deben ser
combatidas, quizás, a través del estoicismo.
Referencias
Gagin,
Francois
Gabriel. (2006). “Las pasiones en el estoicismo” en Estudios de filosofía,
(34).
Polo
García, Iris. (2014). La reescritura de Medea en Séneca (tesis inédita
de licenciatura). Universitat Autónoma de
Barcelona, España.
Séneca,
Lucio Anneo. (1979). “Medea” en Tragedias: Séneca (Trad. Jesús Luque
Moreno). España: gredos.
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